La ciudad como resíduo de sus negocios

El hartazgo por lo concreto. La certeza de que la arquitectura hoy, anclada en los planteamientos de ayer, no habla del presente, y de que al presente no le interesa la arquitectura, o sólo le interesa a los sectores más conservadores de la sociedad, a los señores feudales.

Construir un nuevo lenguaje, volver a arrancar el motor estacionado de la arquitectura se puede muy tangencialmente. Macerar el preparado para consumirlo en unos años en su punto, sí se puede. Es para ello imperante que se desplace el foco de fascinación del acontecimiento ridículo que se celebra a diario en internet, el único espacio real de la arquitectura ya: No más webs publicando edificios. Basta ya de novedades repetidas. A nadie le interesa ver tu obra recién terminada, idéntica a las demás, todas desfilando por nuestras pantallas en ese scroll infinito que manda los proyectos a las nubes el infierno de la arquitectura. Entendamos que la hechura es indiferente, que en lugar de esas formas, esos materiales, esos conceptos ya mil veces ensayados, en lugar de tu inútil porfía en pos de la originalidad, de tantos esfuerzos vanos... en ese mismo lugar y momento podríamos estar contemplando cualquier otro edificio con formas, materiales y conceptos opuestos a tu imaginario y nada cambiaría. Pues no se trata del objeto.

La arquitectura no la hace el que piensa, define y materializa un edificio. La arquitectura ya la han hecho por nosotros. Es algo invisible. Es el negocio de quienes distribuyen sus inversiones por la ciudad (sociedad, naturaleza, política, urbanismo) y luego la traducen a fragmentos de realidad, de los cuales a los arquitectos sólo les interesa lo construible. Pero esto va de dinero. La ciudad es sólo el resíduo de sus negocios.