This is Marina City

Bertrand Goldberg

La Norteamérica urbana a la que sucumbimos. La que admiramos. Los mitos. El optimismo. Marilyn Monroe. El espectáculo. Elvis Presley, Eero Saarinen, James Dean. Los tiempos heroicos, la gran arquitectura. Las ciudades. El coche. John F. Kennedy. El progreso. Los negocios. El dinero. La jukebox. Marina city.

A veces el  mejor edificio no lo hace el mejor arquitecto.

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Marina City
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Bertrand Goldberg

Monumento al colaborador desconocido


Al igual que las batallas las libran los soldados y las ganan los capitanes, la arquitectura sólo reconoce a los titulares de los estudios.

Hay ejemplos de colaboradores ilustres: Colaboradores que superaron su condición para convertirse en historia. También colaboradores que, sin llegar a conseguir librarse nunca de dicho sustantivo verbal, alcanzaron no obstante el reconocimiento en aquella modalidad.

Pero este elogio es para los colaboradores a los que nadie conoce, aquellos que con sus sacrificios han aupado parte de la memoria de la arquitectura desde la anonimia. Los parias de una profesión cuya vana recompensa es la fama ridícula, endogámica fama: A muy pocos, poquísimos arquitectos se ha visto no inflarse de orgullo ante el más mínimo atisbo de reconocimiento, sincero o no, merecido o no, de su trabajo. Algo que nunca disfrutarán los colaboradores, obligados a conformarse con la satisfacción del trabajo bien hecho.

Colaboradores que son mercancia, mercenarios a los ojos de sus jefes.

Sin los nombres que recordamos habría una historia de la arquitectura plana, mediocre, prescindible. Sin los nombres que no conocemos no habría historia de la arquitectura.