Los tiempos ensimismados

La mayor distancia que media entre el imaginario colectivo de los arquitectos y su mediocre realidad no se encuentra en la precaria situación laboral del momento, sino en su autismo frente a las preguntas del presente. Resulta también su principal fracaso. Y supone una gran decepción para quienes se dedican a un campo que en otros momentos de la historia desfilaba a la cabeza de la expedición.

¿Alguien recuerda ya cuánto tiempo hace que la arquitectura no participa en la reflexión colectiva de nuestra vida en sociedad? Se trata de un mal genérico, independiente del mercado y que contribuye al aislamiento y desinterés del mundo por la disciplina. Cómo puede ser que la arquitectura permanezca sin respuesta ante los acontecimientos que cambian el mundo. Por qué una fecha bisagra como el 11.09.2001 ha catalizado obras en literatura, cine, música o en el arte en general –por no hablar del nicho más puntero de la cultura, agazapado en algunos recovecos de internet–, pero no ha recibido una reflexión consistente desde el campo de la arquitectura, precisamente cuando era un edificio el cuerpo del símbolo que fue atacado. Es inexplicable. Y quien dice aquella fecha dice cualquier desafío de nuestro día a día.

No hablo de política, no hablo de sociología ni de arte. Hablo de arquitectura.

Sin nostalgia. En algún rincón hay hoy arquitectos respondiendo satisfactoriamente a esta cuestión pero, por desgracia, los medios de difusión deciden no atender.

Preguntas

Dionisio González

Se puede ver actualmente expuesta en Madrid. La obra del artista Dionisio González, ¿es arquitectura?

¿En qué se diferencia del trabajo de los arquitectos, por ejemplo de las propuestas que presentan a los concursos? ¿Son arquitectura las imágenes generadas o manipuladas por ordenador? ¿Equivale una foto a una realidad física construida, la sustituye? ¿Por qué quiere aclarar el comisario de la exposición que "este trabajo no se trata solo de fachadas, sino de que estos edificios sean viables también por dentro"?

Las inquietudes de Dionisio González, ¿son las propias de un arquitecto? ¿La profesión determina el campo de actividad o el campo de actividad determina la profesión; o ni lo uno ni lo otro? ¿Define la técnica empleada la categoría de la disciplina? ¿Pertenece la historia de la arquitectura a los arquitectos?

Dionisio González se refiere a sus creaciones como arquitectura. Emplea la jerga de los arquitectos. Le importa construir. Dice: "Son arquitecturas completamente sostenibles en el entorno." Dice: "Espero que parte de estas estrategias modulares puedan ser aplicadas empíricamente, ya que muchas de mis energías van aplicadas en esta dirección." Dice: "En Busan, que es una gran metrópolis de Corea del Sur, hemos estado a punto de que mis edificios se hicieran realidad."

Dice: "No soy arquitecto." ¿Por qué?

Ideología

Si apartamos un momento la vista del retrovisor y nos fijamos en donde debemos, evitaremos más volantazos.

Emanuel Christ, Christoph Gantenbein y Kersten Geers, tres de los arquitectos jóvenes más pujantes se juntan y dicen:

"Hacemos arquitectura como siempre se ha hecho. Naciendo del análisis de ejemplos arquitectónicos concretos. Cuando proyectamos, hablamos de obras que conocemos. Las imágenes de estas obras son nuestro repertorio arquitectónico. A diferencia de los modernos, que quisieron hacer todo diferente a sus predecesores, nosotros queremos hacerlo exactamente igual".

"[Nuestro cosmos arquitectónico] habla también del valor del aburrimiento, de la fascinación por lo no espectacular".

"Hoy ya no construimos más ideologías, ni tampoco creemos en el resplandor cegador del concepto".

Ya podemos volver al espejo.

En construcción

La arquitectura se levanta siempre sobre precedentes. El signo de una obra lo determinan tanto el trabajo de su autor como las fuentes de las que se alimenta. Lo mismo podría decirse incluso de su interés y relevancia.

No es cierto que toda la historia de la arquitectura se despliegue ante nosotros con idéntica disponibilidad, para que podamos configurar un catálogo propio a partir de ella. Los prejuicios inoculados en los años de formación constituyen un incómodo lastre que nos esclaviza hasta que no conseguimos liberarnos de ellos. Los que lo consiguen. Muy pocos. 

Con todo, hay lecciones de Escuela todavía peores: el silencio sobre determinadas arquitecturas, por ignorancia o recelo, hace todavía más daño. Cegados por su dogma, nadie parece darse cuenta de que no existe mayor germen de pobreza para una disciplina que el desconocimiento de todos sus registros posibles.

Sin embargo la formación académica es empleada a modo de gran embudo, más para fatigar el camino conocido que para abrir otros nuevos. Con irritante miopía se premia al que lo estira frente que al que lo ensancha.

Enric Miralles

Si hay algo por lo que Enric Miralles resulta admirable es por haber sabido buscar más allá de nuestras fronteras, venciendo ese autocomplaciente 'estilo nacional' que no perciben los que no miran desde fuera. En un medio en el que es casi imposible escapar al influjo de la doctrina, en un contexto anquilosado que se perpetúa a sí mismo ad infinitum, él fue de los pocos que supo hacer algo diferente.

Miralles, ese genio de generación espontánea para los desinformados, fue en realidad alguien que buscó otras fuentes alternativas a las oficiales. Sin despreciar el recetario heredado, decidió añadir sus propios ingredientes, cosechados en huertos selectos en los que nadie más entra.

Su lección va más allá de la de su arquitectura sorprendente y genial. Es también un grito contra la actitud perezosa y acomodaticia de recibir un manual y conformarse con él. Contra la renuncia a la libertad de desbrozar una senda propia, en lugar de tomar la que ya existe. Miralles supo abonar su propia parcela, ocuparse de las raíces cuando el resto de los arquitectos españoles se preocupaba tan solo de podar las ramas.