La ciudad sin habitantes

“La única medida que pareció impresionar a todos los habitantes fue la institución del toque de queda. A partir de las once, la ciudad, hundida en la oscuridad más completa, era de piedra.
     Bajo las noches de luna, alineaba sus muros blancos y sus calles rectilíneas, nunca señaladas por la mancha negra de un árbol, nunca turbadas por las pisadas de un transeúnte ni por el ladrido de un perro. La gran ciudad silenciosa no era entonces más que un conjunto de cubos macizos e inertes, entre los cuales las efigies taciturnas de bienhechores olvidados o de antiguos grandes hombres, ahogados para siempre en bronce, intentaban únicamente, con sus falsos rostros de piedra o de hierro, invocar una imagen desvaída de lo que había sido el hombre. Esos ídolos mediocres imperaban bajo un cielo pesado, en las encrucijadas sin vida, bestias insensibles que representaban de maravilla el reino inmóvil en que habíamos entrado o por lo menos su orden último, el orden de una necrópolis donde la peste, la piedra y la noche hubieran hecho callar, por fin, toda voz.”

La peste. Albert Camus
Traducción de Rosa Chacel

Ahogados

"Es una catástrofe para la cultura encontrar que los recuerdos del siglo pasado dominan posesivamente la escena del presente y se niegan a permitir que esta era sin precedentes desarrolle una cultura propia, relevante y suficiente para estos tiempos."

Lo dice Alan Moore.

Best

Centros comerciales BEST, sorprendentes, macarras, ingeniosos y profundamente pop.

Fueron creados por los newyorkinos SITE (Sculpture In The Environment), un equipo multidisciplinar encabezado por James Wines que alcanzó una amplia difusión gracias a estos trabajos. Supieron dar forma con gran acierto a la arquitectura del consumo –ideada tanto como propio objeto de consumo, como para darle cobijo– que lamentablemente ha sucumbido a su propio sino, no habiendo llegado a salvo hasta nuestros días ninguno de aquellos centros comerciales.

Indeterminate Facade Building. Houston, Texas.
Al contrario que sus antecesoras europeas, las clasistas galerías de lujo, el centro comercial suburbano tal como se concibe en la cultura norteamericana de la segunda mitad del siglo XX es un edificio de usar y tirar, en constante mutación y adaptación a las tendencias de cada momento, al que es absurdo pretender dotar de una arquitectura perdurable. Se trata de enormes contenedores que prescinden de cualquier otra consideración que no conduzca a optimizar la función coste-superficie (no gastan en vano el apelativo de superficies comerciales), lo cual los asimila habitualmente a edificios industriales. Resulta por tanto tan apropiada la arquitectura que les dió SITE, anecdótica, fácil e intrascendente, pero que sin embargo terminó por concitar una reflexión en torno al sentido de los edificios de este tipo. La compañía BEST Products supo crear, a través de sus atrevidos centros comerciales, una imagen de marca  que todavía hoy se recuerda.

1971. BEST Products. Peeling Project
1974. BEST Products. Indeterminate Facade Building
1975. BEST Products. Notch Showroom
1976. BEST Products. Tilt Showroom
1976. BEST Products. Tilt Showroom
1977. BEST Products. Parking Lot Building
1978. BEST Products. Terrarium Showroom Project
1978. BEST Products. Anti-Sign
1979. BEST Products. Cutler Ridge Showroom
1979. BEST Products. Hialeah Rainforest Showroom
1980. BEST Products. Forest Showroom
1984. BEST Products. Inside/Outside Building

Ha quedado suficiente documentación visual para hacerse una idea precisa de los 12 proyectos, de los que 9 llegaron a construirse.

[video] SITE BEST STORES, breve documental sobre estos edificios [las cuatro partes por separado: 1,  2,  3  y  4]
[video] Conferencia de James Wines, University of Oregon Department of Architecture.

Algunas fotos pueden consultarse en los siguientes enlaces:
SITE   ·   SuperRadNow   ·   The Scout   ·   Ouno   ·   Ouno flickr   ·   Archdaily

Notch Showroom. Sacramento, California

Miradas en paralelo

Así se llama la exposición dedicada a Fisac y De la Sota, aunque en singular –mirada en paralelo– resultaría más apropiado. La mirada del espectador, pues la de los arquitectos sobre su disciplina fue más bien divergente, como allí queda bien apuntado; la trayectoria del primero avanzando hacia la expresión artesanal de los sistemas de producción industrial, la del segundo tendiendo hacia la abstracción total que permitía la construcción con el mismo medio. El folleto introductorio refleja cómo "Miguel Fisac, obsesionado con la búsqueda del sentido estético final del hormigón armado, acabó su carrera moldeando prefabricados pesados, mientras que, por su parte, De la Sota acabó construyendo únicamente con prefabricados ligeros de última generación, construyendo obras cada vez más livianas."
Son dos arquitectos bien conocidos, ejemplares de nuestro siglo pasado, por lo que no se trata de una exposición de sorpresas, más bien de reconocimiento y repaso de sus trayectorias. Lo que a la vez permite una lectura en la que dos aspectos nucleares de sus carreras contrastan especialmente con nuestro momento (al margen de lo prolífico y la altísima calidad de su obra, en realidad el mayor punto de contraste con un presente tan mediocre).

Sorprende que, precisamente generaciones de arquitectos que se educaron en el clasicismo, sean las que mejor supieron expresar el lenguaje moderno y ofrecer una imagen que hoy no ha variado sustancialmente, a pesar de que sí que lo ha hecho la formación del arquitecto. Leyenda de pioneros que ya había empezado antes al norte de los Pirineos y en los Estados Unidos y que tiene en estas dos figuras su expresión más clara en nuestro país. Es inquietante observar sus ejercicios de escuela, los retratos, los proyectos, comprobar su atención a aspectos en los que ya no pensamos más o admirar el cuidado de sus dibujos por matices que hoy ni siquiera comprendemos.

Fisac. Capilla del Espíritu Santo. 1942-47
Consecuencia probable de lo anterior sea su concepción de la disciplina como un acto de creación integral que no termina en lo puramente inmueble. Su formación artística exigía saciarse con la decoración espacial, con el diseño del mobiliario y, en general, con la idea de que el proyecto sólo está completo cuando todas las partes reciben respuesta. Entre lo mejor de la exposición se cuentan las butacas y una lámpara de Fisac allí presentes, así como dos puertas, una de cada arquitecto para sendos proyectos, que despiertan a parte iguales admiración y una tremenda envidia. Es evidente que elementos como estos contribuyen a caracterizar la arquitectura tanto como decisiones puramente espaciales.

Un planteamiento, sin embargo, que con el asentamiento de la industrialización ha devenido contradictorio. Es verdad que la práctica no ha hecho más que refrendar lo que en la teoría parecía presumible, pero no es menos cierto que el fenómeno ha terminado resumido en la producción de dos o tres modelos estándar para cada pieza de la construcción y reducido muchas veces la arquitectura a la ingrata labor de escoger variaciones de las mismas fichas, tratando infructuosamente de formular algo nuevo.

¿Renegamos de la producción estandarizada y nos abandonamos todos a diseñar hasta el último rincón de los edificios? Entonces no habríamos aprendido nada de esta exposición, y en ella –el eterno retorno mediante– se encuentran las claves para superar nuestra coyuntura: Saber escapar del catálogo del clasicismo para formular una arquitectura consistente con aquel momento fue su apuesta.